Estamos de acuerdo en que la gente siempre es diferente. Mi amiga yuki por ejemplo cree en causas honestas y yo mas bien creo en causas perdidas; mi padre es liberal, de cuando la palabra liberal no estaba de moda y mi madre cree firmemente en que uno puede hacer lo que sea mientras los motivos no vayan a ser despues hechados al ruedo como coincidencias.
En la refrigeradora de la cocina hay una foto en la que sale mi madre con un anillo de rubíes, mi hermano chupándose la mano entera y yo sonreída con un vestido de nido de abeja. Ahora ninguno de los dos es lo que ella pensó que seríamos, pero al menos nos convertimos en personas que seguramente le hacen creer que todo esto vale la pena.
Mi hermano cumple 19 años el lunes, no tiene ipod, hace poco vendió su nintendo y su celular no toma fotos; lo hermoso de sus manifestaciones basicas es que no tienen la estructura condicionada a nada. Es porque sí, como amar a Olivia por sobre todas las cosas, porque aun cree en ciertos absurdos y porque además nunca ha estado solo, lo que por ahora lo obliga a seguir mirando hacia afuera.
En mi casa la gente siempre está haciendo preguntas. La dependencia creada va más alla de los afectos, porque no idealizamos nuestros roles y somos concientes de que nos necesitamos tambien para poder ser a partir del resto. Mi perra se llama Helena aunque nunca sepa que existió Dalí.
Mi hermano y yo tuvimos una infancia feliz y normal. Nos llevaban a misa hasta que dijimos que no queríamos ir, no tuvimos perro hasta que dije que cache iba a vivir con nosotros y si uno de los dos le pegaba al otro, nos caía del cielo el zapato de mi madre que inteligentemente nunca leyó las teorías sicológicas que abordaban con dedo inquisidor el trauma de los infantes.
Cuando me preguntan si mi mami me pegó alguna vez, respondo que sí y añado que “bien hecho”.
Yo sí me muero por un ipod, me gusta un hombre que vive de cara al mediterráneo y nunca digo ñaño. Mi hermano me dice gigi, cree en mis personajes, confía ciegamente en mis respuestas y tambien dice que tuvimos una infancia feliz; hasta el punto de asegurar que puede cagar donde sea, si es que es estrictamente necesario.