"...y solo su alma enferma se figura atrás, atrás de los muros,de aquello que vendrá"
L. Alberto Spinetta,
Ciénaga Dorada
Yo nunca había estado en una entrevista para conseguir un cupo en una universidad. Esa mañana era mi ultima en esa ciudad, y yo no quería irme, pero eso es porque yo nunca quiero irme de los lugares a los que he llegado porque he querido. Y en esto sí tengo que decir que muchas veces he tenido que ir a donde en verdad no me ha dado la gana.
Me atendieron porque quisieron, o porque les dije el día anterior que esa noche me esperaba un larguísimo camino hasta mi casa. A mi me encanta hacer despliegue de mis cualidades histriónicas para conseguir las cosas. Eso, a pesar de que no tendrían que explicarme que es un recurso tan poco original que hasta se ha vuelto un cliché. Con lo que le huyo; antes solo hubiese sido bajo y de mal gusto.
Tener una propuesta tiene un precio. El argentino me miraba desde su lado del escritorio, y leía mi ridícula hoja de vida; al final se me ocurrió tirarme a sabida y decirle que la vida de la gente no se puede poner en una hija papel bond, y claro, se me cagó de risa y me dijo yo no estaba ahí para explicarle eso.
Ecuador adquiría otro sentido desde esa silla. El director me preguntó por quien iba a votar, y aunque se justificó diciendo que la situación del país le interesaba, yo creo firmemente que estaba satisfaciendo una de las cualidades magníficas que tenemos los latinos: hacer de la individualidad un asunto colectivo.
Mis amigos escritores dicen que son escritores porque ese es su trabajo y a los panas no les pueden mentir; yo todavía no digo que tengo un oficio claro, o estoy en la etapa modesta de decir que no sé nada, aunque me haya costado aprender todo lo que sé. Pero me aceptaron en la universidad y solo por eso no me quejo de haber esparado tantas horas a un argentino que eligió otro continente para vivir, ni de que me hayan cambiado el nombre a fuerza pronunciación. Si al final sigue siendo lindísimo.