Friday, July 20, 2007

Para Pato,
con su delicada manera de agradecer el cuerpo de las mujeres que andamos por ahí.

Un dolor en la espalda puede significar muchas cosas. Mi abuela es manabita y el tamaño de sus caderas armoniza prefectamente con sus metros interminables de estatura, nunca se ha pintado el pelo de ningún color y respeta sus canas hasta el punto de no tocarlas. Para ella, la estética perfecta es un conjunto de cosas que deben lograr la unidad con el paso del tiempo. Su unica obsesión conmigo es que mis piernas tengan el tamaño justo.

Mi madre tiene 50 años y si se pone una falda todavía se le eleva demasiado en la parte de sus nalgas. Su trasero es envidiable y creo que para definir su belleza la genética se ubica como el punto de quiebre y tambien como el pilar fundamental del asunto. A ella, a su edad, aun le queda su vestido de novia, aunque sus brazos no tengan la firmeza que por todos lados es requerida.
Crecimos rodeados de espejos y nos acostumbramos a pensar que eso que vemos somos nosotros; los dolores de espalda pueden demostrar todo lo contrario.
Ahora, mi reflejo, el que yo veo, es exactamente igual al de hace meses; veo la misma nariz que se va a caer porque así terminan todos los viejos en la familia de mi padre, veo el mismo color de piel y tambien noto las mismas cicatrices, porque eso que las ocasionó no varía, son la antítesis de los kilos. En cambio el clóset es diferente, las tallas son otras y la balanza marca 75 libras menos. A mi todo esto me está comenzando a parecer una obra de teatro en la que la protagonista primero sale vestida, despues desnuda, despues se mira al espejo, despues se rechaza, luego se opone y al final quiere quedarse sin publico.

Mis amigas rubias, flacas, perfectas pagan por sus vidas un precio enorme que consideran maravilloso: la ausencia de comida siempre es igual al hombre ideal y a la talla más chica. Yo sigo comiendo y tengo un parejo pacificamente caótico e inconforme, lo cual es siempre mejor síntoma.

Creo pude haber sido cocainómana facilito, pero al final fue obvio que me pareció más divertida la comida; engordando las mujeres un poco se guardan y otro poco se exponen, igual que los jonkies en cada inhalada. Aprendí que para algunas personas estar gordo a veces es casi más grave que ser ladrón y que cuando adelgazas de repente recibes palmaditas en la espalda que te dicen “good job”. Saber meterse con elegancia todas esas valoraciones por el culo es una de las cosas más divertidas que trae la bajada de peso.

La virginidad no se pierde por estar flaca pero sí resultó verdad que los hombres se acercan más a este reflejo distinto que enseño, como pensando que una es cojuda. Los que me dejaron antes ahora lo harían más rapido, lloro por las mismas cosas y mis neurosis sencillamente van en aumento luego de entender que la historia que tenía de la humanidad no es tan cierta.
Tengo estrías y supongo que debo pararme las tetas y pagar un montón por ellas, pero todavía no decido si vale la pena. Tal vez y sí me convierto en una genial ladrona y termino encontrando la mentira perfecta para hacer que el seguro las cubra; y sé que no ha de ser tan dificil.
A veces aparece el miedo, porque voy a ser gorda toda la vida aunque esta talla que utilizo ahora diga otra cosa. Como los alcohólicos.

La edad del vino ahora me parece una obra de arte alcanzable solo en ciertos días. Un francés me dijo que lo mejor que puedo hacer por mí es trabajar con ganas y fuerza para no esfumar mi trasero. Glúteos dijo. “porque son tan hermosos que deberían ser declarados patrimonio nacional”. Ese, mi queridísimo Pato, fue un gran piropo que lo agradezco desde antes y hasta ahora.

Estar “rica” (tremendo guayaquismo) tambien incementó al doble mis probabilidades de embarazo, se hace la luz y asocio a la sobrepoblación con la obsesión indomable de muchas mujeres por entrar en tallas increíbles. Pero ya no busco culpables