Wednesday, February 07, 2007
Yo no sé decidir. En mi casa cuando yo pedía algo de niña me lo daban y ya, nunca me dijeron que no y jamás supe lo que era llorar por conseguirlo. Asi que objetivamente tampoco era lo que se conoce como vil engreida.

Mi razonamiento con respecto a las necesidades es sencillo: si alguien necesita algo, lo pide y ya.
Pero eso no es aplicable a la vida, o al menos a la vida comun que yo he decidido vivir. Porque cuando una nunca ha recibido un no por respuesta entonces se anula otra capacidad, la de sentarse a analizar si la unica ficha que tenemos en la vida está dipuesta a ser jugada o nos ahuevamos y la guardamos para “cuando dios mande” que deba ser lanzada. Me explico, antes yo no jugaba con fichas, sencillamente porque no jugaba. Lo obtenía.

Nunca necesité saber cómo se hace para conseguir algo y las unicas veces que mis padres me dijeron que no, yo igual decidía lo contrario, por eso en el post de abajo, si lee bien, digo que todas las veces que mi mami me pegó, pues bien hecho. Tenerlo todo supone un precio, acostumbrarte tambien a que cuando la plata dejó de alcanzar y te lanzaron el rollo de que el país andaba mal, hay cosas a las que nunca decidiste renunciar. “Abuelo, me mandas tu chofer por favor”, por ejemplo.

Las cosas que tengo no me las gané; las pedí, las compré, o hice lo que tenía que hacer para que sucedan. Para mi, los regalos en la vida son otra cosa, cosas mucho más simples que las que consigues si lo has merecido, porque al final, si el contador funcionara de esa manera, yo nunca sabré si todo lo que me ha pasado me lo merezco.

Yo no creo en los premios que nacen de una idea romántica, creo en los hechos que suceden cuando se hace lo que se tiene que hacer para que sucedan. Por eso me caen mal las herencias, aunque duerma sobre una de ellas. Mi abuelo ayer cumplió 77 años y yo estoy segura de que cuando tus nietos te cantan cumpleaños feliz y aun puedes sonreir, no lo haces porque sea un premio de la vida, sino porque has trabajado para eso.

No sé decidir, porque nunca he tenido que hacerlo. Pero la ficha “del dios mande”, la unica que tengo, tiene que ser jugada. Parece que este ride no me lo hace el chofer del abuelito
 
Friday, February 02, 2007
Estamos de acuerdo en que la gente siempre es diferente. Mi amiga yuki por ejemplo cree en causas honestas y yo mas bien creo en causas perdidas; mi padre es liberal, de cuando la palabra liberal no estaba de moda y mi madre cree firmemente en que uno puede hacer lo que sea mientras los motivos no vayan a ser despues hechados al ruedo como coincidencias.

En la refrigeradora de la cocina hay una foto en la que sale mi madre con un anillo de rubíes, mi hermano chupándose la mano entera y yo sonreída con un vestido de nido de abeja. Ahora ninguno de los dos es lo que ella pensó que seríamos, pero al menos nos convertimos en personas que seguramente le hacen creer que todo esto vale la pena.

Mi hermano cumple 19 años el lunes, no tiene ipod, hace poco vendió su nintendo y su celular no toma fotos; lo hermoso de sus manifestaciones basicas es que no tienen la estructura condicionada a nada. Es porque sí, como amar a Olivia por sobre todas las cosas, porque aun cree en ciertos absurdos y porque además nunca ha estado solo, lo que por ahora lo obliga a seguir mirando hacia afuera.

En mi casa la gente siempre está haciendo preguntas. La dependencia creada va más alla de los afectos, porque no idealizamos nuestros roles y somos concientes de que nos necesitamos tambien para poder ser a partir del resto. Mi perra se llama Helena aunque nunca sepa que existió Dalí.

Mi hermano y yo tuvimos una infancia feliz y normal. Nos llevaban a misa hasta que dijimos que no queríamos ir, no tuvimos perro hasta que dije que cache iba a vivir con nosotros y si uno de los dos le pegaba al otro, nos caía del cielo el zapato de mi madre que inteligentemente nunca leyó las teorías sicológicas que abordaban con dedo inquisidor el trauma de los infantes.
Cuando me preguntan si mi mami me pegó alguna vez, respondo que sí y añado que “bien hecho”.

Yo sí me muero por un ipod, me gusta un hombre que vive de cara al mediterráneo y nunca digo ñaño. Mi hermano me dice gigi, cree en mis personajes, confía ciegamente en mis respuestas y tambien dice que tuvimos una infancia feliz; hasta el punto de asegurar que puede cagar donde sea, si es que es estrictamente necesario.