Tuesday, September 19, 2006

Kuny quiere comprobar que los japoneses fueron los primeros en llegar a América. Yo le decía que no estaba segura si en realidad fueron los japoneses, que pudieron haber sido los chinos o los koreanos si es que su hipótesis parte del parecido fisico con los indígenas, pero que en realidad no tiene importancia, y que conmigo podía hacer uso de su claro (y natural) egocentrismo. Además, tuve la osadía de asegurarle que él pensaba que las balsas sirven para cualquier cosa, menos para llegar al otro lado.


Me dijo que no complique las frase, y que, por si lo había pensado, no hable del olvido; que se refería basicamente a una cuestión cultural: a la forma en la que los incas adoraban a los dioses, a la similitud de los rituales, a la sensibilidad ante el hecho de poder hundir los pies en el fango de la selva. Le dije que yo no concía la selva pero que le creía por una cuestión de estética y que en general me gustaban los asiáticos por motivos mucho más sencillos que esos.


La obviedad; Kuny utiliza los palillos con delicadeza, y come sin asco un pedazo de ají koreano que tiene un nombre inexacto y complicado, como la guerra; llama poco a su mamá, dice que prefiere hacerlo desde México, cuando sepa que ha durado vivo dos américas.


Cambiamos de idioma a cada momento. En inglés logramos reirnos de la globalización.

Supongo que el español se le hace eterno.



 
Wednesday, September 13, 2006

Mis periodos de “miserabilidad” son bastante cómodos y típicos; basicamente no han cambiado en nada en los ultimos 23 años, solo en la gente que los especta. Eso solo permite que cuando soy una mujer miserable, ese estado sea observado y comprendido desde otros aspectos de la realidad que en este momento me resultan completamente extraños. No ajenos, porque tambien son míos.


Ayer, el taxista casi mata a una paloma que había decidido distraerse entrando en estado contemplativo mirando el pavimento. Yo le tengo mucho respeto al oficio de las palomas; decidir a quien se caga no puede ser tan solo un acto reflejo; aunque la simpleza de las cosas solo demuestre lo contrario.


Sentirse miserable es a veces una cuestión de forma, y para lograrlo es necesario suplicar por la aparición de una cadena cadena de favores, solo que a la inversa.


p.d Por si no lo sabía, el escritor del titulo era un "mísero" de fondo y forma. Aunque si las cosas se ponen sistemáticas, el resultado es exactamente lo mismo.



 
Monday, September 11, 2006


La semana pasada viví pensando en la importancia de una pierna; no de las dos, solo de una. Me imaginé la vida sin una de ellas, y pensé en qué pasaria si de pronto tuvieran que sacármela porque se me pudrió, o porque sencillamente esa pierna, la derecha, se niega a vivir un día más conmigo.


Entendí que, partiendo del concepto básico del asunto, me convertiría en una coja. No importarían ni mi nombre, ni mi color de pelo; y aunque seguiría siendo solo yo, tendría que empezar a concebirme como la yo de la pierna menos. Además, la otra, la izquierda, no se duplicaría para suplir la ausencia de la extremidad perdida, y entonces las cosas que hasta ahora hago sola, por pura misantropía, se convertirían en una propuesta colectiva.


Las miserias implícitas serían, desde el día de la ausencia, una larga lista de asuntos publicos en mi casa. Ellos tienen la mala costumbre de hacer de la mierda un asunto de todos, asi que mejor piense en la idea de un pestilente llamado ciudadano.



Por ejemplo, ayer entendí que hay cosas más fuertes que eso que se siente cuando se ve una pierna enferma. Pude por fin acostarme al lado del tío que me queda y ver fijamente su venda; además, preguntar (como si entendiera la respuesta) qué dice el medico del asunto, y cómo avanza la cuestión de los pedazos de la piel que ahora solo le estorban.


Gloria, su segunda esposa, ha desarrollado en estos días una extraña capacidad gestual. Aparentemente esa expresión de abandono es la unica que le queda, y me imagino que ha decidido utilizarla para todo. Para decir que mañana hay otra limpieza en la herida, o para anunciar la llegada un de un nuevo antibiótico.


Hay cosas que deberían llamarse de otro modo.






 
Friday, September 08, 2006

Mi tío, que está muerto y medía dos metros, me dijo una vez que en la vida hay una sola manera de hacer las cosas bien: Dejándose de huevadas.


Vaya y ensaye

 
Friday, September 01, 2006

Mañana tengo un matrimonio, y estoy casi segura de que no iré. Aun no defino bien la razón; no sé si es porque los tacos acentuarían el dolor en mi ovario derecho, o porque sencillamente dudo mucho de que esta boda se acerque un poco al concepto universal que tenemos todos de“final feliz”. Y aunque no parezca mi problema, sigo pensando que el sentido de la humanidad tiene mucho que ver con las firmas (y los sí).


Mi mamá y mi papá se casaron hace 25 años, y estoy segura de que fue por motivos más extraños y profundos que el amor. Supongo que argumentaron el acto con otro tipo de consideraciones, más sensatas que la carga que supone asegurar ser el amor de la vida de alguien. Alto sentido de responsabilidad el de mis padres.


Cache está enterrada en la jardinera. Esta noche, si quisiera, podría considerar como válida la opción que tenemos todos de sentirnos felizmente miserables , y sentarme junto a ella para retomar las consideraciones que llegamos a tener sobre qué es lo que pasa cuando la gente decide permanecer junta ; versiones ampliamente estudiadas.


Esta tarde me invade la sospecha de que la soledad se puede convetir en una letanía que baja en curva.


...Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.

En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad,

pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar .....



...El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.

En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.

Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.


J. Sabina

Peces de Ciudad