Hace unas horas Paula se bajó del avión. Me dijo que el trato que recibió en el nuevo aeropuerto fue pésimo, que viajar sin bolso de mano le causo una extraña sensación de abandono, y que ya se preparó para engordar con esta venida, al menos, 10 kilos.
La primera llamada que recibió fue de David, su novio durante toda la secundaria, que también fue novio de la mitad de mis amigas, y creo que se puso nerviosa. Pero preferí no molestarla, supongo que estoy esperando a que sienta de nuevo que esta en las calles de Guayaquil y no de Canarias, y que entienda que no puede sacar la cámara de fotos en la mitad de la calle. Paula ha llegado con los confianzudos modales europeos.
No entrábamos en la mesa, y eso que los de la cafetería alcanzaron a juntar tres. Pero eso es así desde siempre, nunca entramos en ningún lugar, y nos toca arrejuntarnos. Me fijé por ejemplo en que Jhael y Santiago no se toleran, pero les toca hacer como si nada: ella ya vive con el novio, y el ya tiene una hija, así que estas circunstancias hacen los resentimientos mas llevaderos.
Pía tiene dos hijos, y se despidió temprano porque “los bebes están solos”. Se fue lanzando una sentencia impertinente que tiene que ver con los beatles, y las relaciones nefastas. Yo pensaba que si Luis hubiese llegado y se sentaba, por descarte, a mi lado, la incomodidad hubiese sido más ligera; por esto de que con los años aprendimos a vernos, cada uno, como al enemigo con el que podemos ser libremente lo más parecido a nosotros mismos.
Me dijeron que José Luis ha montado un bar, y que la ex no le deja ver a su hijo, que Ana Belén está pensando en tener un tercero, que Danielita esta creciendo igual a la madre, que los de Johanna están preciosos, y que el de Claudia padece de un terrible mal genio. Les dije que al menos uno, y que ese era un excelente síntoma.
Descubrí que no he perdido la capacidad de asombro ante la rapidez reproductiva de esta gente; y nunca me sentí tan satisfecha con la mitad de mi cama vacía.
El plan para juntarnos el viernes por la noche esta hecho, Paula quiere reunirnos a todos, supongo que para llevarse la mítica foto del recuerdo. La pobre tendrá que esperar una malísima versión de “Invasiones Bárbaras”, por esto de que nunca fuimos muy buenos exponentes de “la caída del imperio…”. Dije que sí iba, pero ahora creo que debí pensaermelo mejor; me invade la sensación de que a la segunda cerveza seguro hablaré del terrible precio de la sobrepoblación mundial, y de mis extrañas tendencias a la misantropía.