Wednesday, August 02, 2006

Tito Puente decía que la salsa no existe, que es tan solo un término equivocado, acuñado en los 70´s por La Fania, para denominar comercialmente a la serie de ritmos derivados de la música afro. Además afirmaba, con rigurosa voz, que en el son, la bachata y la guajira, existen destellos de jazz, pero que eso solo puede ser identificado por oidos finísimos, como el suyo. Es que Tito, además de ser un gran músico, era un gran ego.


Mientras escribo esto escucho salsa, porque la he convertido en necesaria cuando lo que hago no llega a ser suficiente. Además, pienso en que hay momentos en los que me gustaría ser como mi amiga Daniela, y tener ese don de la explicación para poder hablar de cosas que entiendo, pero que no puedo articular. Como Líbano, y todos sus escombros.


Daniela entiende de israelíes y de sus políticas gubernamentales, y creo que estudió para eso. Seguramente sabe con exactitud qué ocurre en las cabezas de Israel, y entiende mejor que yo la desolación de Líbano. Yo supe desde chica que en Medio Oriente se han matado durante 2.000 años, y ahora tengo la certeza de que se seguirán matando 2.000 años más.


Hezbolá significa partido de Dios, y mi nombre tiene raíz celta; lo que da como resultado que en Israel la política y la religión sean una fusión nefasta, y que Gilda signifique apenas “la que se cree superior”. Lo segundo podría ser utilizado en nombre del señor para fines poco honestos, estoy segura.


Mi primo Carlos me enseñó a trepar paredes, jugar ajedrez, y a matar soldados con canicas; a cambio yo le enseñé a bailar salsa, aunque tenga años encerrado en el mismo paso. Ahora me cuenta que le explica a su amigo Alex sobre la música cercana a Guayaquil, e intenta hacerle comprender que en el fondo no somos tan diferentes; muy a pesar de su acento y de su apellido inglés.


Alex se llama de otra forma, y no nació en New York, sino en Beirut. Carlos me dijo que reza de una manera extraña, que ha aprendido perfectamente español, y que siente una fascinación por la palabra víctima. Ahora vende Shawarma en La Rotonda, y le pide a su dios que su familia no se muera. Sin eufemismos, solo eso “que mi familia no se muera”.


Supongo que las cosas en el mundo cambiaron cuando empezamos a creer que dios nos habla.